La kinésica poesía de los cuerpos de ébano
Lo que acontece en el barrio Palenque, ubicado en la comuna 4 de Quibdó, finiquita abruptamente la escena romántica de la monotonía y el rutinario domingo: tres adolescentes bailan sincronizadamente al ritmo del break dance y el hip hop noventeros. Por cada movimiento magistralmente realizado, la euforia alisa el sudor en la frente de los espectadores. Gritos y aplausos al unísono. De pronto, un hombre se mete en el círculo humano y comienza a imitar la coreografía.
El adolescente más alto de todos ejecuta a la perfección el mítico moon walk, paso inmortalizado por Michael Jackson, pero creado originalmente por Bob Fosse para la coreografía de la película El principito (1974). Dos niños que se encuentran en la muchedumbre, tratan de imitarlo sin éxito alguno.
Dispuesto a no dejarse opacar por su compañero, el adolescente más fornido se luce con una coreografía que recuerda el freestyle de los guetos neoyorquinos en la década de los ochenta, fusionado con la música urbana contemporánea. Mientras su tronco se hace elástico y sus piernas se vuelven robóticas, las mujeres no parpadean.
El tercer adolescente, tímido y algo inseguro, está obligado a bailar magistralmente, brillar por su cuenta y no estar por debajo de los dos talentosos bailarines. Se queda inmóvil, las plantas de sus pies se han atado al cemento. Dispuestos a salvarlo, sus amigos realizan una coreografía improvisada.
Entonces, cuando nadie lo espera, el cuerpo del escuálido joven es poseído por el mismísimo James Brown y sus pies se visten con una mezcla de fuego, cadencia y movimientos hipnotizantes.
La algarabía se escucha hasta el último rincón de Quibdó.
Lo que nadie imagina de esta escena, digna de un filme de Spike Lee o Barry Jenkins, es que los tres cuerpos de ébano escriben una poesía kinésica que va más allá de los estereotipos relacionados con la idea de que los negros tienen un don para moverse. Cuando los hombres y las mujeres de ébano bailan música urbana, escriben poemas con el lenguaje del cuerpo. Ya sea en Quibdó o África, los versos paridos con el movimiento poseen el mismo valor que los escritos.
Si aprendiéramos a leer los poemas que se escriben a diario en las calles y esquinas de Chocó, Ghana o Zimbabue, cumpliríamos la voluntad de Noemia de Sousa:
Tírenlo todo, pero dejen la música.
Afortunadamente, existe el cine para salvarnos de la racionalidad. En ese diálogo íntimo con la pantalla grande, lo que para el ojo primario es una coreografía, para el ojo contemplativo es poesía excelsa que debe ser preservada. Nada más bello que entender el baile como una arquitectura de palabras acompasadas que escriben rimas y prosas de alegría, vida, ancestralidad, identidad y herencia.
Para comprender lo anterior, hay que retornar al barrio Palenque y sentir en la piel la humedad que baña los cuerpos de los tres adolescentes. Esa misma humedad que viste las sienes de quienes forman el círculo y gritan emocionados.
Tras un primer show apoteósico, los tres poetas del movimiento deciden realizar una segunda creación de versos kinésicos. Atraídos por el bullicio, habitantes de los barrios vecinos se unen a la muchedumbre sedienta de fruición dominguera.
Inseparable, la euforia alisa el sudor en la frente de los espectadores. Calor, calor sofocante y pegajoso del Chocó. Se hace oportuno citar un fragmento de O mejor, poema de la quibdoseña Amalia Lú Posso Figueroa:
Es el calor, calor sofocante y pegajoso del Chocó, de Saigón, de Cholén.
Es el calor.
El calor donde el viento se detiene ante la densidad
y se quiebra en mil pedazos, minúsculos pedazos
que se convierten en lágrimas de aguacero;
golpea los techos de paja, o mejor, se desliza por ellos,
aguijonea como alfileres, los cuerpos exultantes de sudor, de cadencia, de hambre al roce; rueda electrizante sobre la piel que expele olor a flor de pacó.
La humedad se expande y sube; o mejor, baja y penetra; o mejor, sale a flote, rueda en zigzag; o mejor, en línea recta, produciendo la
necesidad de ser restregada con ternura; o mejor, con violencia para apaciguar;
o mejor, precipitar prolongando
el estertor tan parecido a la muerte; o mejor, a la vida que brota envolviendo; o mejor, liberando el deseo de salir; o mejor, de entrar con amor o sin él, desbaratando la sensación de aguacero, de calor,
de sal, de vendaval reprimido, de girar alrededor de sí mismo; o mejor, alrededor del otro, que libera la desazón y se reduce; o mejor, se amplía a un solo significado: el de amante.
Ahora, suena una canción de Missy Elliot. El trío baila con una sincronía exacta. Los cuerpos escriben compases exactos. Después de presenciar aquello, no es difícil imaginar la razón por la que Kita Bauchet decide adentrarse en el universo de la compañía de baile contemporáneo de Senegal y leer los poemas kinésicos de sus miembros para filmar Saint-Louis on the Move (2022), viaje a la genialidad de dos bailarines en la escena urbana.
También debe mencionarse a la directora italiana Giulia Rosco, quien elige como temática audiovisual la escena musical urbana de Senegal en el documental Feneen (2022) para conocer la poesía corporal de los músicos locales que han encontrado en estas sonoridades un discurso de reconocimiento y construcción de su identidad cultural en la sociedad africana.
Todo se torna mágico cuando el adolescente tímido, propietario de un ritmo propio cuando menea la pelvis, parece mirarse en el vidrio de una ventana y entrar en un trance íntimo con su yo más puro, personificado en su cabello.
Es obligatorio nombrar un poema de la mozambiqueña Lorna Telma Zita:
La corona que nunca me quitarán
Mi cabello es duro y rizado Es el legado dejado por mis antepasados. Es denso como la sangre que corre por mis venas. Mi cabello es la corona que nunca me quitarán Es la raíz que brotó en las plantaciones de café y algodón. Que durante mucho tiempo permaneció unido a una tela blanca Hoy se liberó.
Rompió las cadenas de la esclavitud No me digas que es malo No me hagas sentir vergüenza por tenerte Es mi corona Es mi resistencia Y nadie me llevará Puedes compararme con sábanas y chimpancés No sirve de nada. Lo asumiré No te permitiré borrar ese legado Que con el tiempo me negaron Ser quien soy Tomar mis raíces Esa es mi resistencia Y nadie me va a llevar.
En unos años, con disciplina y perseverancia, el muchacho podría convertirse en un coreógrafo reconocido como Florent Mahoukou, quien declama sus poemas corporales frente al espejo y junto al mar de su país natal, para darle vida a Face to Face (2021), una conversación llena de preguntas para el arte y la existencia.
Para fortuna de aquellos que muestran interés en dejar de ver su cuerpo y los cuerpos de otros como simples armazones carnales, falta poco para el inicio de la 4ta edición del Quibdó Africa Film Festival. Seguramente, después de ver la selección de documentales, alguien se atreverá a traducir alguno de los poemas kinésicos escritos en Barrio Palenque.
Si la suerte lo acompaña, convertirá en palabras entendibles el paso moon walk del adolescente más alto o la coreografía de freestyle urbano neoyorquino y sonidos urbanos contemporáneos del más fornido. Dirá algo así:
Dejá que hablen los pies,
dejá que se estremezca la sangre,
Chocó habita en mi piel,
bailaré hasta que caiga la tarde.
Siempre será un desafío, en Quibdó y en África, leer con lógica la kinésica poesía de los cuerpos de ébano.
Mamá Quibdó
Comments