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Mamá Quibdó se viste de cine: ¡Ya viene el Festival!

Actualizado: 27 ago 2022

Sentada en su trono de ancestralidad y herencia, la matrona, emperifollada de séptimo arte, está emocionada porque se acerca septiembre, su mes favorito. El mes donde lo audiovisual es una herencia de cultura, identidad y lazos de hermandad afro.

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Uno se emociona igual en África o en Quibdó


Desde hace tres años el cine me ha enseñado que, aunque una película sea hablada en un idioma extranjero y la trama central transcurra en un territorio distinto, los personajes corretean vivencias que pueden pertenecerle a cualquiera de mis hijos. Quibdó es una tierra de hombres y mujeres luchadores, capaces de reír y llorar con la misma fuerza, dignos protagonistas de historias admirables.

Sí, no es lo mismo ser afro en Chocó que en Senegal o en París. Pero uno se emociona igual. En ese territorio intrínseco y honesto las risas, los llantos, las esperanzas, los miedos y los anhelos no vienen con subtítulos y traducciones. Simplemente, son. Existen, están ahí y cumplen una misión vital: darle sentido a la existencia.


Cuando sentarse frente a la pantalla grande te permite amarrarles los cordones a esos zapatos de sentires, intangibles pero trascendentales, descoloridos por tanta travesía a los confines de aquellos sentimientos que no conocen de idiomas o latitudes, que les calzan cómodamente a los pies de mi alma y a los pies de las almas de otros afrodescendientes, cada filme ficcional o documental equivale a un abrazo fraterno que te permite celebrar tu color de piel y el camino recorrido hasta hoy.

Esa es razón suficiente para corretear como niña por la Uganda rural de Putti Shalom, documental del director húngaro Tamás Wormser, un viaje a la lobreguez de un colonialismo que cubre la vida y la identidad de una comunidad ugandesa, cimentada en los valores morales y religiosos del judaísmo.


Caminar por Côte d'Ivoire y educarme con el texto audiovisual de Soraya Milla: Vitiligo. Narración donde dos mujeres tratan de encontrarse y construir su identidad en los cuestionamientos y dudas, habitantes de una piel que debe lidiar con la despigmentación y los cambios repentinos.

Darle permiso a mi africanidad de estremecerse con el documental Calling Cabral, dedicado al legado del líder político Amílcar Cabral, padre de Guinea-Bissau y Cabo Verde; y emprender un viaje fascinante al pasado y presente históricos de dos países unidos por un sueño de independencia.


Transportarme mentalmente a Kenya y hospedarme en el cuerpo de la erótica Kemunto, creación de la directora Lydia Matata, para sentarme en su silla de ruedas mientras me sumerjo en las profundidades de una sexualidad que pide a gritos la visita del placer al volcánico universo púbico.

Guardar en mi equipaje de memorias el filme The sleeping negro, protagonizado por un joven afroestadounidense, víctima de racismo, que bien podría haber nacido en Chocó si el guionista y director Skinner Myers lo hubiese querido, decidido a cambiar su pensamiento para encontrarse.


Visitar Santo Domingo y jugar a ser nativa para pasearme a mi antojo por el barrio Capotillo y encontrarme de frente con la protagonista del filme Bantú Mama, escrito y dirigido por Iván Herrera: una mujer francesa de origen africano que logra escaparse de la cárcel en República Dominicana para ser acogida por un grupo de pequeños, ávidos de una figura materna y cariño, que cambian su vida para siempre.

Estremecerme con la fusión de los ritmos tradicionales africanos y la música afrocubana, pilares sonoros de la rumba congoleña, mientras descubro la anatomía argumentativa de The Rumba Kings, universo cinematográfico del peruano Alan Brain, periplo a la historia de la República Democrática del Congo en 1950.

Y concluir la correría en la mente de Oneida, musa del filme Cantos que inundan el río, dirigido por Germán Arango, hija de mis entrañas y parida orgullosamente en las aguas del río Bojayá, lugar donde aprende a cantar alabao con una voz que no sale de la garganta, sino del dolor de los muertos sembrados por la guerra que azota al territorio.


En cada una de las películas mencionadas por la memoria de esta vieja que ha aprendido a enamorarse perdidamente del séptimo arte, como si fuera el más amoroso de los maridos, es ineluctable que emane de las pupilas una lluvia tímida como las que caen en Chocó cuando amanece.

Por fortuna, ya viene septiembre. El corazón se vestirá elegante para sentarse en primera fila y disfrutar de la selección oficial de la 4 edición del Quibdó Africa Film Festival. Ahí estaré para recordarme a cada instante que cuando uno ve cine, se emociona igual en África o en Quibdó porque las risas, los llantos, las esperanzas, los miedos y los anhelos no vienen con subtítulos y traducciones.

Mamá Quibdó


Para ver la lista completa de películas, visite el link:

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