El Pacífico colombiano es cuna de hombres y mujeres que escriben capítulos importantes en distintos escenarios de la historia contemporánea del país. Para el Quibdó África Film Festival, son una herencia viva para las nuevas generaciones. Herencia que nos permite afirmar que la región está llena de personajes e historias mágicas. Protagonistas de filmes subjetivos que no necesitan de la pantalla grande para brillar y dejar huella.
¡Francia Márquez, la dignidad se hizo costumbre!
El domingo 19 de junio de 2022, a las 4:35 pm, un grito ensordecedor de júbilo y felicidad se escuchó al unísono en Colombia. Lo que acababa de suceder era histórico: Francia Elena Márquez Mina, activista social y líder ambiental, abogada egresada de la Universidad Santiago de Cali, oriunda de Suárez (Cauca), había sido electa vicepresidenta de la República.
Sobraban razones para celebrar: era la primera vez que una mujer afrodescendiente llegaba a un lugar político tan preciado. Lugar donde el eco de los nadies y las nadies, aquellos grupos étnicos y sociales excluidos durante décadas, iba a retumbar con una fuerza descomunal. El lema de Márquez, frase que equivalía a un mandamiento, resumía a la perfección un ideal de vida y un sueño posible para todos:
¡Hasta que la dignidad se haga costumbre!
La llegada de Márquez a la Casa de Nariño era una victoria colectiva. Con emoción sentida y lágrimas en los ojos, ella lo afirmó en su discurso de agradecimiento ese mismo domingo en el Movistar Arena de Bogotá junto a su madre y sus dos hijos. Mientras hablaba, Francia le prestaba su voz y sus ideales a madres solteras, campesinos, indígenas, afrodescendientes, víctimas de la violencia y miembros de la comunidad LGBTIQ+, por mencionar algunos grupos que decidieron apoyarla con absoluta convicción.
Parada frente a quienes la acompañaron incondicionalmente en su travesía electoral, la mujer que soñaba con ser cantante en su infancia y que convirtió su voz en un instrumento para defender a su comunidad de los grupos armados ilegales y las empresas extractivistas, había logrado algo maravilloso: nutrir los sueños y ambiciones de las niñas, adolescentes y jóvenes afrodescendientes del pacífico colombiano y otras regiones del país.
Aquello significaba demasiado. Ahora, podían decir con orgullo que tenían una vicepresidenta de su etnia y con una historia de vida fascinante. En otras palabras, el liderazgo y empoderamiento de Francia se transformaban en una herencia invaluable para una etnia que lidiaba históricamente con el racismo estructural y la discriminación.
En la mirada emotiva de Francia, uno podía admirar a la niña soñadora y juguetona; la adolescente vestida de adultez repentina que cambió los cuadernos por las labores mineras para enfrentar los avatares de la maternidad; la joven que se ganó el respeto de su comunidad a pulso y la mujer decidida a estudiar derecho para proteger su terruño. Un ser humano defensor de la igualdad y la equidad en una Colombia privilegiada para unos y compleja para otros.
Era pertinente viajar a 1997 y visualizar una de las imágenes más admirables de su libro subjetivo: el cuerpo incansable, siempre dispuesto a pesar de la fatiga, entregado a su liderazgo en el Proceso de Comunidades Negras, escuela de vida donde Márquez ha contribuido al fortalecimiento organizativo de las comunidades afrocolombianas en el Norte del Cauca.
También valía la pena rememorar el loable capítulo que se desarrollaba entre 2002 y 2010, años en los dio una batalla campal para preservar los derechos a la vida digna, la consulta previa y la defensa del territorio de la comunidad ancestral de La Toma; cuando se le otorgaron títulos de exploración minera a empresas multinacionales.
En ese andar de páginas cautivantes, el lector debía detenerse en las escritas en 2014. Momento histórico en el que una Francia determinada a cambiar el devenir de los suyos y la Asociación de Mujeres Afrodescendientes de Yolombó organizaron la Movilización de Mujeres Negras por el Cuidado de la Vida y los Territorios ancestrales; periplo que las llevó hasta Bogotá para exigir sus derechos. Resultado de esta protesta pacífica, se obtuvo el reconocimiento de 27 Consejos Comunitarios del Norte del Cauca como sujetos de reparación colectiva en el marco del decreto ley 4635 de 2011.
Antes de abandonar la lectura biográfica, era menester desplazar la curiosidad al capítulo escrito en 2016, año trascendental para la historia social y política del país. En el marco de los diálogos para la Paz entre el Gobierno Nacional y las FARC – EP, Márquez fue crucial para la participación de los pueblos étnicos. Fue así como se redactó el Capítulo Étnico del Acuerdo de Paz, uno de los más importantes del documento.
El que siembra con amor, cosecha buenos frutos. Nuestra vicepresidenta electa podía dar fe de ello: Premio Nacional a la defensa de los Derechos humanos en Colombia (2015); Premio Nacional como Defensora de Derechos Humanos de la organización sueca Diakonia (2015); Premio Goldman Environmental Prize (2018) y top 100 de las mujeres más influyentes del mundo (2019).
Prohibido olvidar su mítico discurso en el auditorio de la San Francisco Opera House, aquel 23 de abril de 2018:
“Soy una mujer afrodescendiente. Crecí en un territorio ancestral que data de 1636. Desde pequeños nos enseñan el valor de la tierra. Sabemos que los territorios en los que construimos nuestra comunidad y recreamos nuestra cultura no son un regalo, pues les costó a nuestros mayores muchos años de trabajo y sufrimiento en las minas y haciendas esclavistas. La crianza en mi comunidad se basa en valores como la solidaridad, el respeto y la honestidad. Se nos enseña que la dignidad no tiene precio, que resistir no es aguantar. Se nos enseña a amar y valorar el territorio como espacio de vida, a luchar por este, incluso poniendo en riesgo la propia vida”.
A decir verdad, sin esos galardones, los caudalosos ríos de su potencial y liderazgo no se menguaban. Francia Márquez ya era triunfadora. En las huellas de su trasegar social, huellas tanto físicas como intangibles, habitaba la victoria de una mujer orgullosamente negra que cambió la historia de su amado Suárez. Una guerrera de paz que no dejaba de luchar un solo instante por una economía para la vida y una Colombia donde vivir sabroso fuera un derecho. Francia Elena, la mujer que defendía a esos nadies que Eduardo Galeano retrató en su poema:
Sueñan las pulgas con comprarse un perro y sueñan los nadies con salir de pobres, que algún mágico día llueva de pronto la buena suerte, que llueva a cántaros la buena suerte; pero la buena suerte no llueve ayer, ni hoy, ni mañana, ni nunca, ni en llovizna cae del cielo la buena suerte.
Valió la pena que los nadies y las nadies de un país desesperanzado, volvieran a soñar. Valió la pena creer que sería posible. Ese grito que retumbó al unísono en Colombia el domingo 19 de junio de 2022, a las 4:35 pm, traducía un mensaje claro y contundente:
¡Francia Márquez, la dignidad se hizo costumbre!
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