Una amorosa ofrenda a Eleguá y los ancestros
El coco, la vela, las hierbas, las flores, la miel y el tabaco, conversaban plácidamente en el centro del círculo humano. En ese momento, sublime a más no poder, el amor ygratitud revoloteaban como mariposas en los corazones de quienes lo formaban. Paralelamente, respiraban la sabiduría que emanaba de los labios de Diego Madrid Portocarrero. Silencio absoluto en el auditorio del Colegio MIA. Emociones a flor de piel. Pieles erizadas, corazones latiendo con fuerza. Un viaje intrínseco y apasionante. Era mágico lo que sucedía en la apertura de la 4ª edición del Quibdó Africa Film Festival.
De pronto, el coco fue levantado del suelo y elevado a modo de ofrenda. Absorto en su periplo, el tabaco en su mano derecha, los ojos cerrados y el alma empapada de herencia ancestral, Madrid expresaba palabras que no le pertenecían. Provenían de un espíritu ajeno al entendimiento de los mortales.
- "Esa es la voz de los hombres y mujeres africanos que llegaron a este continente y descubrieron su poder interior para escapar de sus amos y emanciparse - dijo una de las asistentes, rompiendo la sinfonía muda que reinaba en el lugar."
Las frases cohesionaban un discurso estremecedor, digno de ser guardado en un rincón privilegiado del alma. En el aire, un perfume jamás olfateado por nariz alguna en Chocó. Lo que sucedía, era inexplicable y maravilloso a la vez.
El lazo sagrado e irrompible
Silencio súbito en los labios de Madrid. La vela encendida era un símbolo de vida y resistencia. En lo más profundo de su flama, habitaba el lazo sagrado e irrompible de la diáspora. Lazo que unía los destinos de África y el Pacífico colombiano.
El ritual estaba dedicado a los orishas, deidades en la religión yoruba de África occidental. Se le agradecía con distingo a Eleguá, el pequeño gigante del culto multiétnico de la Osha, dueño de los caminos y el destino; y era un tributo a los ancestros que sacrificaron su vida por la libertad de los suyos.
Personajes como Benkos Biohó y la negra Casilda, constituían una herencia invaluable para los afrodescendientes tanto del pacífico como de las demás regiones del país.
Rememorarlos y rendirles homenaje, era una obligación para Willy Massamba, director del Festival.
- "Somos hijos de África. Nuestros antepasados nos legaron su inteligencia, su astucia, su valentía y su determinación para cambiar el curso de nuestra historia social y política. Eso no lo podemos olvidar. Si lo hacemos, renunciaremos a nuestras raíces ancestrales- expresó otro de los presentes. "
Dentro del círculo, se escuchaba una suerte de musicalidad insonora pero potente. De pronto, Madrid Portocarrero rompió la armonía silenciosa y elevó una oración a sus preciadas deidades y sus preciados espíritus.
Armonía para la memoria, la resistencia y la paz
Las hierbas, las flores y la miel fueron ofrendadas. El amor que se respiraba dentro del círculo, era indescriptible en palabras. Había que estar ahí para sentirlo y respirarlo.
Madrid Portocarrero fumó su tabaco y exhaló el humo en cada uno de los cuerpos
cercanos a él.
Mientras rotaba y llevaba a cabo uno de los momentos cumbre del ritual, les pedía a los
Orishas, a Eleguá, y a los espíritus de los ancestros, abrir los caminos para vivir
armónicamente en la región.
El humo del tabaco era el eco de la súplica amorosa de Madrid: Armonía para
preservar la memoria histórica de los pueblos, armonía para encontrar la paz en los
territorios y armonía para crear espacios de resistencia.
Energía universal en las esquinas del recinto. Los espectadores estaban conmovidos frente a lo que observaban. Uno de ellos, entrado en años, sollozaba mientras Madrid Portocarrero entablaba el diálogo espiritual.
- "Nuestros antepasados están aquí. No estamos solos en el auditorio del colegio. Se siente su presencia- aseveró una mujer sentada en la cuarta fila."
En el escenario, los cuerpos cercanos a Madrid se vestían de remanso. No había otra palabra para definir aquella sensación que se reflejaba en sus semblantes. Ya hubiesen querido cineastas como Ousmane Sembène, Souleymane Cissé y Djibril Diop Mambéty; o la gran Sarah Maldoror, pionera del cine africano, tener una cámara en sus manos, capturar un momento tan trascendental y estrechar lazos con el pueblo afrodescendiente de Quibdó.
Si eran ciertas las palabras de la mujer sentada en la cuarta fila, muy seguramente los espíritus de Benkos Biohó y la Negra Casilda estaban parados a la diestra de Madrid. A su izquierda, probablemente, los espíritus de Tomás Pérez, quien luchó en el Río Atrato dirigiendo a un pelotón de negros cimarrones; y los de Miguel Buch y Miguel Montalvo, negros fusilados en Bogotá en 1816.
Si era así, pasarían cosas maravillosas en Chocó a partir de ese lunes 12 de septiembre de 2022.
Comments